San Sebastián nace en el año 256 en el seno de una familia noble cristiana.
Jefe de una cohorte romana en tiempos de Diocleciano cumplía su cargo pero no participaba en sacrificios a los ídolos. Sebastián aprovechaba su cargo para visitar, auxiliar y animar a los cristianos en una época en que eran perseguidos por causa de su fe.
Restablecido de sus heridas, vuelve a ayudar a los cristianos y a dar testimonio de su fe. Es apresado por segunda vez y condenado a morir azotado. Esta vez los soldados cumplieron su misión.
Su cuerpo es recogido por los cristianos y enterrado en la Vía Apia, en la catacumba que lleva el nombre de San Sebastián, en el lugar donde hoy se levanta la basílica que también lleva su nombre.
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